«Con tres extranjeros es suficiente»
El estadounidense Byron Wilson, séptimo goleador histórico y ganador de tres Ligas Nacionales, no está de acuerdo con la decisión de la Asociación de Clubes de permitir hasta ocho extranjeros en los equipos. «Con tres estaría bien. Si llega a haber muchos, se quedarán sin juveniles argentinos», avisa en una entrevista con Clarín.
A pesar de ser la capital del condado que lleva el mismo nombre y de varios edificios imponentes que se erigen en su centro, Salt Lake City (en el estado de Utah) está lejos de las clásicas locaciones rimbombantes de Estados Unidos. Rodeada de cadenas montañosas y a minutos del lago Gran Salado (que da nombre a la ciudad), es un paisaje donde la tranquilidad es reina. Un lugar ideal para vivir, por ejemplo, después del retiro. Ahí, entre menos de 30 mil personas, pasa sus días Byron Wilson, el máximo goleador extranjero -y, para muchos, el mejor foráneo- en la historia de la Liga Nacional de Básquetbol. Desde allí conversa con Clarín y, aunque la charla comienza en inglés, luego se suelta y habla en un perfecto español con un indisimulable acento argentino. Cuenta qué ha sido de su vida y, como una voz autorizada, deja una sentencia categórica sobre el más reciente conflicto que puso en veredas opuestas a los dirigentes de la Asociación de Clubes y a los jugadores de la Liga.
-Muchos acá dicen que fuiste el mejor extranjero de la historia de la Liga. ¿Lo sentís de ese modo?
-Oh, no sé… (risas). Lo tienen que decir ustedes. Yo fui, jugué y, bueno, que digan eso me da mucho orgullo. Muchas gracias. Pero hay muchos estadounidenses que han jugado ahí y son muy buenos.
Byron, que anotó 11.149 puntos (séptimo en la tabla histórica y líder entre los extranjeros) en 570 partidos, ganó dos Ligas Nacionales con Boca (1996-97 y 2003-04) y una con Estudiantes de Olavarría (2000-01). En las tres finales fue elegido como el Jugador Más Valioso. También, con el equipo bonaerense, obtuvo el Panamericano de Clubes de 2000 y la Liga Sudamericana de 2001.
Reconoce que este último año no pudo seguir la Liga como otras veces, pero se muestra más que interesado. Pregunta quién salió campeón y, ante la respuesta y el repaso por los nombres del equipo, no duda: «Bueno, si en San Lorenzo estuvo Julio (Lamas, quien lo dirigió en Boca), entonces está bien. Y si jugó Herrmann, debió ser un gran equipo». La charla, entonces, deriva en el conflicto que enfrentó a la conducción de la AdC con los basquetbolistas.
-Para esta temporada se abrieron las fichas para extranjeros. Se podrán contratar sin límites hasta…
-(Interrumpe, sorprendido) ¿Sin límites? No…
-Podrá haber hasta ocho por equipo. ¿Qué opinión te merece, como foráneo que jugó acá durante 13 temporadas?
-No… Es remalo. La liberación de las fichas es muy mala para la Liga Nacional. Ustedes tienen buenos chicos ahí, que quieren seguir mejorando en el básquetbol, y si vos traés y ponés todos esos extranjeros, ellos nunca van a aprender a jugar. Con tres creo que es suficiente. Pero si llega a haber muchos, se quedarán sin juveniles argentinos y eso sería terrible. Argentina logró muchas cosas en estos años y es porque tiene jugadores muy talentosos, que pudieron crecer. Tapar a los jóvenes con extranjeros nunca puede ser bueno. Ayudan, hay que contar con ellos, pero nada más.
-Según los dirigentes, se hace, por ejemplo, porque los jugadores argentinos piden mucho dinero.
-¿Ellos piensan eso? ¿Y qué? ¿Acaso los estadounidenses no piden mucho? No creo que esa sea una solución.
El vínculo de Wilson con el país es muy grande. De hecho, Karina, su esposa, es tan argentina como el dulce de leche y él conserva muchos afectos por estos pagos. «Tengo amigos incluso fuera del básquetbol. Y los extraño, claro. A la gente de Boca, a la de Olavarría…», reconoce, nostálgico, el alero, quien elige a sus jugadores albicelestes favoritos: «El Lobito Fernández, que es mi amigo, Ginóbili, Scola, Nocioni, Herrmann, Pichi Campana».
-¿Hace cuánto no venís a la Argentina?
-¡Ufff! (piensa)… Varios años. No he vuelto desde que dejé de jugar. Me gustaría volver, porque también tengo algunos chicos que están terminando su carrera universitaria y podrían ir a jugar allá. Espero llevarlos en el futuro.
-Cuando arrancaste a jugar acá, ¿sentías que un país como Argentina podía llegar a ser campeón olímpico?
-No, la verdad que no. Cuando ganaron la medalla de oro, todos me puteaban (risas), me hacían bromas. Pero a mí me hizo muy feliz porque pasé mucho tiempo en Argentina, la siento parte de mí. Conozco más jugadores allá que acá, así que para mí aquel oro fue genial. En estos últimos Juegos Olímpicos, estaba casi seguro de que iba a ganar Estados Unidos, pero yo quería que ganara Argentina. En la NBA, mis equipos siempre han sido Indiana, que es de donde soy yo, y Chicago, pero quiero que le vaya bien a San Antonio por Manu. También me puso muy contento cuando Scola jugó en los Pacers.
-¿En qué consiste la Fundación en la que trabajás en tu ciudad. ¿Te estás dedicando full-time a ella o hacés otras cosas?
-Es un proyecto mío, non-profit (sin fines de lucro). Ayudo a los chicos que no tienen plata, busco gente para que los podamos ayudar con sus estudios y si les va bien, yo les pago todo: uniformes, prácticas, sus participaciones en los torneos. La condición es que estudien y que les vaya bien en sus tareas. Organizamos eventos para recaudar fondos y todo. También hay chicos que sí pueden costear los gastos y ellos están acá como todos los demás, pero nosotros ayudamos a aquellos que no tienen tantos recursos. Además, también trabajo en la guardia de un hospital de niños y estoy buscando un terreno para abrir un gimnasio.
Nota en Clarín de Mauricio Codocea
Foto de Marcelo Figueras