El retiro de un grande: el «Chapu» dice adios
Esta mañana, tres de abril de 2017, será recordada por todos como el día que Nocioni anunció su retiro después de una grandísima carrera profesional basada en el esfuerzo, la constancia, el trabajo permanente y ese enorme corazón que lo llevó a lo máximo, adonde ni siquiera él había imaginado.
En la Liga Nacional jugó en Racing de Avellaneda, Olimpia de Venado Tuerto e Independiente de General Pico, y tuvo un pequeño paso por Peñarol tiempo más tarde. Está dejando su sello en España y Europa, donde estuvo en Baskonia, Manresa y Real Madrid conquistando tres Ligas, una Euroliga, cinco Copas del Rey, una Intercontinental y una Supercopa de España. Alcanzó la soñada NBA y jugó en Chicago Bulls, Sacramento Kings y Philadelphia. Y todo este «carrerón» se tiene el punto más alto con el Oro Olímpico logrado con la Selección Argentina en Atenas 2004, equipo con el que también se subió al podio y logró Bronce en Pekín 2008 y Plata en el Mundial de Indianápolis 2002. Realmente, Nocioni fue «El Alma» dentro de «El Alma Argentina» con presencia permanente, entrega, ejemplo y compromiso en la Celeste y Blanca. Su esfuerzo es acompañado por un gran talento, el talento de ganar.
Gracias por siempre Chapu y disfrutaremos de tus últimos juegos con el merengue español.
Asociación de Jugadores
La Carta del “Chapu” Nocioni
Después de tantas batallas, he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y palteístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir con los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos. No quiero que me cobren más faltas técnicas ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó… Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo en claro que no podré cambiar mi temperamento jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que me echen ?
Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve: todos los días, todas las prácticas, todos los partido. Dejo el básquet de la manera en la que yo quiero dejarlo: compitiendo en el más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial.
En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando empecé a jugar en Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté, sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en retrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad. Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del mundo. Y me enfrenté con muchos otros a los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto de un podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidadré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecía. Nunca me entregé. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.
Debo agradecimiento a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis sedes queridos, obviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en el que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido.
Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (¡cuántos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestra su carño día a día. En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar la Euroliga y la temporada de ACB. Sería una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red.
Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.